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Día 11 - Parque Nacional del Gran Cañón del Colorado

Antes de comenzar debo deciros que esto lo escribí anoche (vuestra mañana), pero no lo he podido publicar hasta ahora (vuestra tarde). Lo digo porque veréis que las estructuras temporales hablan de un hoy, que en realidad fue ayer. Vamos a ello:



Hoy nos hemos despertado a las siete. Hemos bajado a desayunar al restaurante indio, si bien es un local independiente del hotel, en él se lleva a cabo el régimen alimenticio del mismo. Para mí un vaso de leche y para picar salchichas, huevos revueltos y patatas. Me gusta comer ligero de buena mańana. Para Rebeca una especie de torradas fritas con mantequilla, café y fruta. Estaba todo bastante bueno la verdad.

Tras el desayuno hemos partido en dirección al Gran Cañón, unas 3 horas de camino y 350 km después llegamos al hotel.

Nos dice la chica que hasta las 4 pm no se puede hacer el check-in. Así que nos vamos a comer. Entramos al buffet del hotel a las 12:30, pero en realidad son las 11:30 porque volvemos a ganar la hora que perdimos al ir a Utah.

El buffet no es nada el otro mundo, pero al menos te da la opción de no comer fritangas. Durante la comida hemos tenido la actuación de la mujer de Mr. Bean. Una british (or american lady), de edad avanzada y para la que servirse la comida ha sido un verdadero espectáculo. Servirse la ensalada con la cámara de fotos colgando de la muñeca, y ver como la metía en cada bol cuando intentaba coger algo, no tiene precio. Y verla devolver al bol la lechuga que se le caía fuera del mismo tampoco. Lo dicho: un espectáculo.

De ahí directamente hemos entrado al parque. Precio: 25$ por vehículo, menos económico que los precedentes, pero muy lejos de ser caro.

Describir en palabras lo que hemos visto en este parque nacional es complicado. Pero lo voy a intentar.

Comenzaré diciendo que es el escenario natural más impresionante que he visto y que creo que veré. Sin contar Tenerife (por sentimentalismos más que evidentes), y teniendo en cuenta que hemos pasado por Yosemite, Arches, Canyonlands y Monument Valley (lugares de belleza y fama mundial), puedo y debo decir que este lugar es algo aparte, compite en otro nivel.

Sentarte ante uno de los innumerables precipicios, y observar su inmensidad aunque solamente sea por unos segundos, es algo que te encoje el alma. Te hace admirar la creación natural, y te das cuenta de que el hombre jamás podrá a llegar a crear algo semejante con sus manos.

Os hablaré en números de su inmensidad: el cañón está partido en dos lados (norte y sur). De lado a lado el precipicio tiene unos 15 km de ancho. Pero evidentemente ninguna carretera lo rodea. Para llegar del lado norte al lado sur hay unas 5 horas de camino. Para hacer rafting o descender en mula se recomienda reservar con 2 años de antelación. Y los descensos en rafting puede durar un día, tres o incluso tres semanas. 

Cada rincón tiene algo especial, una imagen, una planta, un animal o la simple inmensidad que se posa ante tu mirada.

Nada más llegar hemos ido en dirección al Desert View, un trayecto de unos 40 km. Sin embargo, en el primer mirador ya te das cuenta de que los kilómetros han merecido la pena. Durante todo el camino se conduce en paralelo al cañón, y cuando los árboles te lo permiten, el cañón se abre ante tu mirada. Mirando hacia el otro lado, casi no se observa el final.

Tras la pertinente visita al centro de visitantes, y en vista de la dificultad de ir al flanco norte, decidimos hacer una excursión por un sendero de unas 2 millas (3,2 km). Antes de coger el bus que nos dejará en la entrada del sendero, le damos de comer magdalenas a un cuervo que andaba por la zona, no sé si estaba por ahí porque estaba oliendo nuestro nivel de cansancio.

El sendero es prácticamente vertical, en descenso hacía el cañón. Con un calor sofocante pero unas vistas difíciles de olvidar.

A mitad de sendero la anécdota del día. Nos encontramos una ardilla que hace el amago de huir, pero al verme abrir la mochila se detiene y me mira de reojo a la expectativa. Saco una manzana, corto un trozo y se la ofreco. Lo siguiente ha sido digno de película. La ardilla se ha puesto de pie y ha cogido la manzana de mi mano, y se ha puesto a comérsela allí mismo. La segunda vez se la ha comido en mi propia mano. Y luego me he sentado en el suelo y ella se ha puesto encima mío a comer. Se ha zampado la manzana entera. Pero ha sido increíble ver a un animal salvaje dejar el temor a un lado para satisfacer una necesidad.

Más adelante se ha repetido la escena, sólo que esta vez eran tres las ardillas. Y ha habido gritos y peleas por la manzana. Aunque ha habido para todas.

Hemos continuado la excursión y la sesión de video y fotografías. Cualquiera de ellas podría ganar un concurso debido simplemente a la belleza del lugar.

La vuelta ha sido dura, con un desnivel bastante considerable.

Al llegar arriba estaba el corral con las mulas que hacen el recorrido con los turistas. Se acercaban y podías tocarlas, una gozada. 

En ese mismo instante hemos presenciado una estampida de ciervos, que huían asustadizos de un perro. La cornamenta de uno de ellos era enorme.

De regreso al coche hemos encontrado ciervos por el camino, algunos del tamaño de un caballo. Era curioso porque iban por el centro de la carretera. Y cuando el autobús se detenía para hacerles fotos, te miraban con una expresión tan extrañada como tú a ellos.

Cuando ya volvíamos con el bus para coger el coche, Rebeca se encuentra a una chica que trabajaba con ella en bomberos... Es pequeño el mundo o no?

Para acabar el día cenamos en el Macdonald's, para no perder el ritmo. Mi piel comienza a sufrir la mala alimentación.

El hotel está muy bien, pero es el primero en el que no hay wifi. Tener tiene, pero no funciona.

La próxima aventura para mañana: sobrevolar en avioneta el Gran Cañón... Ya os contaremos la experiencia.

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